Pensaba escribir este post cuando todo el litigio hubiera terminado, cuando hubiera podido cerrar el capítulo del todo y esta nueva aventura hubiera obtenido un sentido, una razón de ser… Pero ha ocurrido lo único que no me imaginaba.
El pasado 15 de febrero, tres días después del segundo cumpleaños de Niño Fúturo, me invitaron a una reunión privada con el director de mi empresa. Lo primero que pensé y que dije: «es para algo malo. Si es para algo bueno, te llama RRHH, si es para algo malo, es el director». Y así fue…
Rescindieron mi contrato con palabras tan amables como «has hecho una labor prodigiosa en estos años que has estado con nosotros». ¿Por qué me echaron? Tengo mi opinión, me dieron la suya y en la carta de despido pone otra cosa muy distinta.
Así que de la noche a la mañana pasé a ser una desempleada más de este país. El susto que me llevé al cuerpo os lo podréis imaginar. Esa inseguridad laboral repentina. Era lo mejor, sin duda. Estaba pasando por períodos depresivos por el trabajo y liberar esa carga ha sido muy beneficioso. Pero el miedo es mucho miedo.
El pasado viernes habría sido el final de este camino. El encuentro en la conciliación donde cerraría este capítulo, pero nada más lejos de la realidad. No se presentaron… Así que la pesadilla continúa. Es muy probable que ahora también os cuente esta parte del proceso.
Los primeros días fueron completamente de incredulidad. Niño Fúturo se había puesto malo y no debía ir a la guardería, tenía que encontrar quien se pudiera quedar con él… y repentinamente yo podía quedarme con él. Al día siguiente me había pedido el día de vacaciones, así que tampoco estaba siendo un día raro. El sábado fue el Madresfera Blogger’s Day y me distrajo muchísimo. Además, tenía un millón de proyectos pendientes de sacar adelante. Y llegó el lunes, el lunes en el que, por casa, todo volvía a la normalidad. Yo empezaba mis papeleos oficiales para normalizar mi nuevo estado laboral… Las cosas de Palacio, van despacio, amigos míos. Pero bueno…
A día de hoy todavía lo veo todo un poco incierto. Largas charlas interiores y con Papá Fúturo sobre cómo afrontamos este nuevo futuro. Decisiones importantes que tomar sobre la vida familiar por ese cambio laboral. Muchas cosas removidas dentro de mí sobre qué y cómo hacer. Y mucho miedo. Cuando tienes carga familiar, un despido se vive con otra perspectiva y el centro no eres tú mismo.
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